jueves, 16 de junio de 2011

Hermenéutica.

Tomo tu “hasta pronto” y lo dejo zumbando en mi oído
con la certeza de que “pronto” 
en el diccionario que compartís conmigo significa “jamás”.
Tomo tu “claro que siempre te querré” 
y otra vez voy a nuestro diccionario,
lo traduzco como un simple y rotundo “ya te he olvidado”.
Tomo entonces todas tus palabras, las viejas ya enmohecidas 
y las recientes de la noche de ayer,
 una vez más diccionario en mano me pongo a traducir:
“No ha significado nada o dícese también, usted no ha existido”.
Me voy a dormir con mi vacío y siento cómo el dolor cae a toneladas.

martes, 14 de junio de 2011

Sinceras disculpas.

Te debo un adiós, un par de cervezas y la complicidad de la risa a la hora de exhalar el humo de un cigarrillo mientras vos lográs hacer círculos perfectos y yo intento imitarte con poco éxito. Y sigo en suma porque ahora además de ese adiós pendiente te debo también unas disculpas.
Cada vez que pienso en el encuentro se me meten las palabras para adentro. Ensayo frente al espejo el mejor modo de juntarlas en oraciones con las que puedas dar cuenta que realmente mis disculpas, aunque a destiempo, son bien sinceras, de esas que llevás guardadas en el bolsillo del pantalón hasta el día que por fin podés sacarlas para tomarlas en tu mano y depositarlas en la mano del otro como un niño al que le das un caramelo y sonríe mientras se los aprieta fuerte en el pecho de la felicidad que le provoca.
Así quiero que sea, pero el problema es que para cada disculpa hay un depositario con opciones: las toma o las deja. Entonces inclusive tengo ensayada también una respuesta para cada caso, en el primero, paso al agradecimiento y me siento orgullosa (valga la redundancia) de haberme metido el orgullo ahí donde no da el sol; y en el segundo paso a retirarme por donde vine, con ese sabor amargo  que solamente pueden provocar las derrotas.
Las tendencias, los pronósticos y las probabilidades dicen con números estadísticamente comprobables que saldré ganando en ambas situaciones, en la primera por valiente, con lo cual sería un triunfo exclusivo, en la segunda porque realmente habría logrado reparar el error, y aquí debería darte la parte que te corresponde por haber hecho lo tuyo aceptando mis disculpas… Es justo aquí donde me doy cuenta que es la primera vez que no me importaría compartir, quedándome solamente con un 50% del crédito.
He pensado también que si me perdonás y terminamos en un café te lo podría hasta explicar y entonces tal vez vos puedas pensar que algo he cambiado, que ya no soy esa chica que caprichosa como decías vos quería todo para sí misma. Pero no, he decidido que llegado el caso no te lo diría porque no sé si vos has cambiado y tal vez hagas eso de usar mis autocríticas para justificar tus razones y decirme una vez más que si hay un culpable claramente soy yo.
En caso de que decidas no perdonarme he pensado también en acciones posteriores, porque si bien sabré que he sido valiente, no podré conformarme y cambiaré mi rol, convirtiéndome en la ofendida, una ofendida con deseos de venganza irrefrenables y claramente creo que nadie quiere eso.
Por eso Juan es que te escribo esta carta, para que sepas que mañana voy a ir a verte y te voy a ofrecer mis más sinceras disculpas, estará en vos hacer lo que creas conveniente  pero, sin ánimos de generar presiones, me parecía importante explicarte un poco el panorama de antemano.
Por favor no llegues tarde, me molesta mucho la impuntualidad, sobre todo la tuya.
Cariños.
Sol.

viernes, 10 de junio de 2011

Exactamente a la 1:10

Se tomó un vino quita penas 
y lo acompañó con un cigarrillo de olvido,
el malo fue bueno en su saña (valga la contradicción)
la envolvió, la despedazó, la mutiló,
y como si fuera tarde para recomenzar
juntó todas sus tristezas en una bolsa
y se fue diciendo que no era su culpa.