jueves, 15 de abril de 2010

Lluvia

Quiero ver llover hasta que el cielo se canse, hasta que la calle quede vacía de gente, de voces.
Quiero ver llover porque me parece tristemente bello ver todas esas gotas suicidas.
Quiero ver llover porque el agua limpia el paisaje como el perdón limpia la culpa.

Julia.


Julia solamente fuma cuando está conmigo, las últimas 2 veces que la vi no tenía cigarrillos en su cartera. Ella fuma conmigo como evocando algún momento pasado, como queriendo traer al presente toda esa nostalgia de botas altas, polleras cortas y pantalones a cuadro con campera roja.
Julia es la misma en su forma externa y es la misma también en el modo de dibujar historias en una hoja en blanco, pero sus ojos, esos grandes ojos negros no son los mismos.
Julia sabe que ha cambiado, yo lo sé también. Hay un viento de tristeza que se le filtra en su mirada y yo, testigo distante desde hace un tiempo, no dejo de preguntarme cuándo se irá.
Julia, que no es Julia literalmente pero que lo ha sido en varios artilugios, erratas y falacias de conocidos y de perfectos desconocidos, también será siempre un alma compañera, la dueña exclusiva de un tiempo que no pudo ser mejor. Es y siempre será la amiga encontrada en el camino por bendita causalidad.
Julia sabe como ser feliz pero hoy no quiere y ayer tampoco quiso, quién sabe mañana si querrá. Yo por lo pronto trato de estar cerca como en cada paso, aunque medien kilómetros y kilómetros de cinta asfáltica, porque cuando ella quiera, yo quiero ver el destello de sus grandes ojos negros.
Julia espera por alguien, alguien espera por Julia, juntos tendrán una historia maravillosa y ya nadie se acordará de la imagen de ficción de la casa oscura con un cigarrillo, un te amargo y dos o tres gatos.
Cuando Julia decida volver a brillar, ahí estaré, feliz de poder contemplarlo.