jueves, 1 de octubre de 2009

Tiempo


El tiempo es uno sólo con varias personalidades: pasado, presente y futuro, todas y cada una de sus personalidades se conjugan para que al cerrar los ojos me de cuenta que le falta a este presente arena en el reloj, que le faltó en el pasado un tercio, y que al futuro le faltará sin duda por lo menos un cuarto.

Cuando el tiempo se pasa sin tregua y nos pisa, nos avasalla, se nos tira encima y nos atraviesa como si no valiéramos nada, ahí, en la conciencia plena de que no sólo lo perdimos sino que además tiene alma propia, nos vemos indefensos, dolidos, sumergidos en la angustia por no haberlo sujetado lo suficiente para que no pudiera escapar.

Quisiera hoy agarrarme, sin poder soltarme de la cintura del tiempo, aunque su fuerza me arrastre por el piso; porque así, arrodillada y arrastrada, le pediría por favor una renovación del contrato de oportunidades temporales, una prórroga sin tiempo (aunque a destiempo) para poder hacer, sentir, vivir, pensar, actuar. Todo, desde lo más pequeño hasta lo más grande, desde lo más banal hasta lo más profundo, hacer todo eso que por el costado del tiempo, burlándome de su impronta, una vez deje de hacer.

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